sábado, 12 de marzo de 2016

Sobre el asesinato de los líderes sociales Klaus Zapata, William Castillo, Alexander Oime y la lideresa Maricela Tombe.

Declaración del Festival por la Paz en Colombia 
- Memorias y Justicia Social

La suerte está echada. El Acuerdo es, al parecer, imparable: aquel relato de esperanzas y posibilidades de reconciliación que nos ofrecen los pactos de La Habana nos dibujan una perspectiva radicalmente distinta a esta historia de batallas y muertos. Pero también nos interpelan porque exige de cada uno de nosotros un gran compromiso político y ético frente a las exigencias del presente y del futuro. La paz es una esperanza común pero también un trabajo de todas y todos.

Sin embargo, la suerte nunca llega sola: la suerte se busca, se trabaja, se prepara. Los acuerdos de La Habana no son un punto cero sino que vienen cargados de historia. Y una parte muy importante de esa historia son los fracasos de tentativas anteriores. La más estrepitosa: aquella esperanza que hace treinta años comenzó con lo que sería el exterminio de toda una fuerza política, la Unión Patriótica. Precisamente, la fuerza llamada a absorber y transformar la lucha insurgente en una lucha pacífica. Y como en las cantinas de mala muerte, siempre será más fácil armar una pelea para no pagar la cuenta: terminamos endosándole a un futuro sangriento, nuestro presente, la construcción de un Proceso que no da más espera.

El asesinato del joven Klaus Zapata, líder comunitario, estudiante universitario y militante de la Juventud Comunista Colombiana (JUCO) y la Unión Patriótica, así como de William Castillo, líder campesino del Bagre, Antioquia;  Maricela Tombe, lideresa campesina del Tambo, Cauca y de Alexander Oime, gobernador indígena del Cauca, es un mensaje tenebroso para el futuro del acuerdo. No hay proceso de reconciliación posible si las fuerzas sociales y democráticas siguen siendo pasadas por el frío del plomo clandestino. Y como la paz es una esperanza y un trabajo de todos y todas, le corresponde al Estado responder por sus obligaciones: EXIGIMOS claridad total, justicia frente al asesinato del joven Klaus Zapata, al igual que frente a los asesinatos de estos tres líderes y  lideresa y frente a la larga lista de líderes sociales asesinados en los últimos años.

El Festival por la Paz de Colombia - Memorias y Justicia social, considera que este es el paso más importante hacia una verdadera reconciliación: la sangre de activistas desarmados podría dar al traste con este proceso de paz, así como ocurrió  hace treinta años. No se trata de una fórmula misteriosa: EXIGIMOS que las bien conocidas alianzas conspirativas entre grandes poderes nacionales y locales, corrupción, mafias y Fuerzas Armadas sean destruidas de raíz.  Hacemos un llamado para que la comunidad internacional y la sociedad colombiana rechacen férreamente estos asesinatos repudiables y exija al unísono al Estado colombiano el esclarecimiento de estos hechos que deben enlutar hoy a todo el país. La impunidad no puede seguir siendo el punto final de la historia de nuestras y nuestros compatriotas asesinados por soñar con una Colombia en paz, incluyente y con justicia social.


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